Las personas que la padecen están tan obsesionadas con su silueta que llegan a poner su salud en riesgo, ya que pierden mucho más peso de lo recomendado. Aunque es una enfermedad asociada a las adolescentes, cada vez es más frecuente entre varones y personas adultas.
La sufren las mujeres embarazadas con pánico a engordar, y se trata de una conducta peligrosa pues pone en riesgo tanto la salud de la madre como la del hijo
Es la obsesión por beber agua, y está muy asociada a otros problemas como la bulimia o la anorexia. Las personas afectadas pueden consumir más de cuatro litros al día, y lo hacen con la intención de llenar su estómago para así evitar la comida.
Más habitual entre niños pequeños, este trastorno empuja a quien lo padece a ingerir tiza, yeso, pegamento, pintura y otros productos no comestibles.
También llamadas “dietistas”, estas personas están continuamente a régimen y son seguidores asiduos de las “dietas milagro”. No es una enfermedad en sí, pero supone una conducta de riesgo que puede desencadenar otros problemas como anorexia o bulimia.
Es la obsesión por comer productos sanos llevada hasta límites patológicos. De momento no está incluida como trastorno de la alimentación en la clasificación de enfermedades mentales, ya que se trata de un fenómeno relativamente nuevo.
Es un trastorno muy extendido entre los adolescentes, que dejan de comer para “contrarrestar” el efecto calórico del alcohol ingerido los fines de semana.
Consiste en padecer ataques de voracidad extrema en las que se comen, sobre todo, productos elevadamente calóricos. A esta conducta le sigue la provocación del vómito y un enorme sentimiento de culpa
Es la obsesión por tener un cuerpo musculoso y estar en forma. Quienes padecen vigorexia realizan mucho deporte orientado a aumentar la musculatura y consumen suplementos proteicos y anabolizantes
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