domingo, 13 de octubre de 2013

El agua de los océanos vino del espacio

Un equipo internacional de astrónomos ha identificadoen el cometa Hartley 2, perteneciente al Cinturón de Kuiper, agua helada con la misma composición química que los océanos terrestres. El hallazgo sustenta la teoría de que los cometas trajeron a nuestro planeta una porción significativa del agua de los océanos, que según calculan los científicos se formaron unos ocho millones de años después que la propia Tierra.

"La vida no existiría en la Tierra sin agua líquiday, por lo tanto, la pregunta sobre cómo y cuándo se formaron los océanos es fundamental", afirma el autor principal del estudio que publica hoy Nature, Ted Bergin. "Es un gran rompecabezas, y estos nuevos hallazgos constituyen una pieza importante".

Los investigadores llegaron a esta conclusión usando el equipo HiFi, acrónimo en inglés de Instrumento Heterodino para el Infrarrojo Lejano, del Observatorio Espacial Herschel. Las mediciones revelaron que el hielo presente en el comenta Hartley 2 tiene la misma proporción D/H, que es la proporción de deuterio o hidrógeno pesado presente en el agua. Ésta es la primera vez que se ha detectado en un cometa agua similar a la del océano. Los astrónomos sospechan que Hartley 2 probablemente se formó en el cinturón Kuiper, situado a una distancia 30 a 50 veces superior a la que separa la Tierra del Sol, y donde también habitan cuerpos rocosos y helados como Plutón, otros planetas enanos y múltiples cometas. 

"En el sistema solar primitivo, cometas y asteroides habrían estado moviéndose por todas partes, y parece que algunos de ellos colisionaron con nuestro planeta y formaron los mares", explica Geoffrey Blake, coautor del trabajo y profesor de ciencia planetaria en el Instituto Caltech. Los astrónomos sospechan que la contribución de los cometas al volumen de agua total de la Tierra podría ser aproximadamente de un 10 por ciento. 

Herschel, una misión de la Agencia Espacial Europea (ESA) con participación de la NASA, es un telescopio orbital que permite que los astrónomos observen las longitudes de ondas de infrarrojo profundo, donde las moléculas orgánicas y el agua emiten sus señales químicas.

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