Que se liga con más desparpajo después de unas copas parece ser un hecho aceptado, pero la desinhibición sexual asociada al consumo de alcohol tiene más que ver con un efecto placebo que con las propiedades de la sustancia. Es decir, nos emborrachamos como excusa para soltarnos la melena. Así se desprende de los resultados de un experimento del Departamento de Psicología de la Universidad de Rutgers, en New Jersey (EE UU), en el que se hizo tomar un líquido a un grupo de voluntarios. A la mitad se la convenció de que era una bebida alcohólica, y a la otra mitad se le dijo lo contrario.
Cuando les mostraron un vídeo erótico, el primer grupo, que creía estar achispado, fue más proclive a afirmar que había tenido fantasías sexuales poco habituales sin sentirse culpable por ello. Esto ocurría independientemente de la composición del brebaje. Obviamente, los contentillos se mostraban más desinhibidos porque podían atribuir sus deseos al alcohol.
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